La figuración del tiempo fue plasmada tradicionalmente por los hombres en escenas
interrogantes de caza, teoremas rupestres, utensilios adivinatorios, transes chamánticos, etcétera. En
ciertas organizaciones sociales contemporáneas, es común observar en deleite más o menos desaforado
por el antiguo imperio de la imagen, donde la mediásfera parece haber relegado el texto a una
zona permanente ilegibilidad. Sin embargo, los textos siempre obran por cuenta propia en la
contrucción de un imaginario ficcional , un artificio que revele las ausencias en la memoria accidentada de los hombres.
En Los Juegos Verdaderos(1967), el escritor Edmundo de los Rios caticina en retorno de las culturas latinoamericanas al acervo congénito de la imagen.
Sus respectivas ficcionalizaciones / historizaciones hasta el origen de la memoria que la modernidad
capitalista le fue arrebatando paulatinamente. Así la utopía latinoamericana se transforma en un juego de imágenes en pos de su propio desciframiento. Pero los juegos, tambien pueden ser verdaderos.
Hay como cierta complacencia por retornar al carácter tribal de la imagne de la poesía de Reynaldo Jiménez. Así también, lo Runa en la poesía de José María Arguedas, o el peso inasible
del conocimiento de la Respuesta de Juana Inés de la Cruz. Cierto matiz inconfesable en la prótesis
¿o palabras? de Mario Bellatin, algún resquiciode ética escritural en el primer Vargas Llosa. De otro
modo, un intersticio vedado pero intermitente en el desciframiento de Vallejo o en el Alfabeto de lo Incognocible de Gamaliel churata. Etcétera, etcétera, etcétera. Todo esto materia inestable o un quiebre de voces, en boca de Libertella: " Aquí la letra en estado bruto hace jugar de otro modo los procesos del aprendizaje, la lectoescritura y la transmisión por la mirada. El ojo es una perla de gelatina concreta, que late y lee, mientras la interpretación y el sentido sí quedan como ilusiones ópticas".