martes, 16 de octubre de 2012

SIMBOLOGÍA DE EL PEZ DE ORO



El retraso llevado por la crítica literaria en el acercarse a la obra del escritor puneño Gamaliel Churata, demuestra la dificultad con que la cultura peruana en primer lugar, luego los estudios sobre la literatura latinoamericana, se encaran con la subversiva capacidad demostrada por el acervo indígena, de poner en cuestión lo que es la modernidad. Churata no es indígena, a pesar de eso la novedad y la complejidad de su propuesta indigenista no fueron entendidas o mejor sufrieron un intento de cancelación por parte de la cultura oficial. Lo que habitualmente se define como oscuridad de su mensaje, indica el reto que la crítica literaria tarda en asumir, es decir liberarse del etnocentrismo ínsito en la mayoría de nuestros instrumentos hermenéuticos, o por lo menos reconocer su ineficacia al acercarse a obras que expresan una lógica distinta de la occidental.

Tal vez nos ayude en este sentido el pasaje, que paulatinamente se observa en el Perú de las últimas décadas, del indígena concebido como objeto de estudio, a sujeto histórico que se hace cargo desde adentro de sus reivindicaciones. El rechazo de la homologación cultural, el propiciar una educación intercultural en que el bilingüismo no represente una mera transición al español, la defensa de la biodiversidad y de la diversidad cultural junto con la necesidad de la recuperación territorial, tienen que avanzar paralelamente con una profundización de los estudios culturales, que contribuya a desplazar los enfoques con que se aborda cierto tipo de producción literaria, alejándolos de las insidias etnocéntricas.

Aunque las obras literarias, una vez salidas de la pluma del autor, gozan de una cierta vida independiente, y cualquier aporte a su interpretación tiene, en cuanto al lugar de la emisión o la cultura de procedencia del emisor, el mismo nivel de validez, se observa que el metadiscurso churatiano ha pasado inadvertido por parte de la crítica literaria.

Se conocen, por el hecho de estar publicadas, dos conferencias en que Gamaniel Churata habla directamente de su producción literaria. Una es la que dictó con el título El Pez de Oro, dialéctica del realismo psíquico. Alfabeto del incognoscible. (Churata, 1971) en el cine Puno de la misma ciudad, en enero de 1965, recién llegado de su exilio boliviano. La otra tuvo como auditorio a los estudiantes de la Universidad Nacional Federico Villareal en 1966 y fue recopilada junto con las conferencias de Arguedas, Alegría e Izquierdo Ríos, propiciadas por la misma universidad (Morote Gamboa, 1989).

Entre los inéditos de Gamaniel Churata se encuentra la continuación de la conferencia de 1965, que se debe a una solicitud del mismo público puneño, como el autor aclara en las primeras frases.

Los mecanismos de adopción del mundo indígena y el proceso de actualización de la cosmovisión quechua y aymara están trazados en estos textos. El desplazamiento de la cuestión indígena hacia la esfera lingüística y psicológica se puede observar ya desde los tiempos de actividad del grupo Orkopata.

En una entrevista de Churata, publicada en el nº XXV del Boletín Titikaka, con el escritor orkopata Emilio Armaza, sobre los temas de la revolución artística, social y del indianismo, destaca la certeza, común al interior del grupo, de que la vanguardia procede de las culturas originarias americanas y sobretodo la idea de que los gérmenes de la revolución se encuentran en las regiones del subconsciente. Un artículo de Luis E. Valcárcel, cuya posición converge sólo inicialmente con la de Churata, es publicado en el nº XXXII de la misma revista, por el hecho de reflejar algunos conceptos fundamentales del grupo Orkopata y de su director. Se trata de las constataciones según las cuales: “No son indios todos los étnicamente tales; y pueden llamarse con ese nombre muchos en cuya sangre no se ha mezclado una gota de la que circuló por las venas de Manko”. Puesto que: “El indianismo ha pasado ya del plano puramente racial, biológico, para adquirir todo su valor en el mundo psíquico” (Valcárcel, 1929: 4).

Para confirmar ello, Valcárcel cita los estudios de Yung sobre la civilización americana, en que se trae como ejemplo una tradición mitológica aborigen australiana según la cual, no se puede conquistar ningún territorio ajeno pues en esto viven los espíritus de los antepasados. El historiador andino reafirma así el concepto de que el país conquistado termina asimilando al conquistador. Churata, que en la conferencia del 69 sostiene: “Se puede ser indio y tener los ojos azules”, traslada la misma intuición al campo lingüístico, decidiéndose por un proceso de hibridación de la lengua literaria, en parte obtenido de la observación de la realidad lingüística puneña caracterizada por el trilinguismo, quechua, aymara, español, donde en el uso popular, se pueden encontrar palabras castellanas con sufijos procedentes de las lenguas originarias. A este proceso inverso de conquista idiomática corresponde el insinuarse de una lógica derivada de la cosmovisión indígena que destruye la semiosis concebida según criterios racionales occidentales.

En la conferencia de 1965, Churata evidencia su apego a las cuestiones lingüísticas: “Un mundo que no descubrieron los descubridores. Ya vemos, el idioma es: la fuente de Juvencio de la verdad cósmica e interior para los hombres; y los hombres no tienen otro camino de conocerse que la lengua con que conocieron sus ancestros que permanecen vivos en su corazón” (Churata, 1971: 24). La sensibilidad típicamente vanguardista hacia el aspecto formal de la literatura se convierte en un eficaz instrumento de reivindicación cultural, logrando una porosidad del lenguaje, con respecto a las categorías lógicas andinas, que llega a liberar la escritura de su marco occidental. La simple mención de la expresión “la letra con sangre entra” con el recuerdo de aquel acto notarial que se llamó requerimiento o el episodio de la Biblia entregada en las manos del Inca Atahualpa, es suficientemente significativa de las connotaciones que tempranamente asumió la escritura en el mundo andino.

La expresión indígena Hallpa Kamaska, que designa al hombre como tierra animada, es utilizada por Churata (Churata, 1971: 22) como demostración de que el ser humano comparte los mismos fenómenos de la madre tierra: la pachamama. A través de este procedimiento, la visión andina del mundo de los muertos, en que ellos permanecen debajo de la tierra como semillas propiciando la fertilidad del terreno o la posibilidad de un pachakuti, se convierte en una potencialidad que acompaña genéticamente a los individuos humanos. Llegamos así a la parte esencial del símbolo representado por El Pez de Oro que encierra en sí el concepto del gen incaico, oculto en la sangre de los vivos, y de alma colectiva indígena. El concepto de psique, demasiado metafísico para una mentalidad indígena, se desplaza al campo biológico ofreciendo una visión completamente andina de la intuición jungiana del inconciente colectivo. La obra de Churata no se dirige estrictamente al individuo absorto en la soledad de su lectura, sino a la comunidad de oyentes representada por los genes de los antepasados que alberga en el cuerpo de los individuos mismos y en la cual reside la posibilidad de un futuro. Es el concepto de necrademia, varias veces mencionado por Churata, que aproxima la escritura de este tipo de producción literaria a las expresiones culturales indígenas, imprescindibles de un contexto colectivo comunitario (Morote Gamboa, 1989: 63-64).

La expresión quechua ahayu watan, es decir, el alma amarra, es citada por Churata en la conferencia de 1965. Otra vez la lengua indígena es el punto de partida por una profundización de la cosmovisión andina, en que el alma de los muertos se puede insinuar dentro de los vivos y actuar hacia el bien o hacia el mal, según la manera de vivir del poseído. En la obra inédita Resurrección de los muertos, el mismo concepto es el enfoque de una perspectiva con que el autor revisa y confuta la historia de las religiones, la filosofía antigua y moderna y descubrimientos del siglo pasado en el campo de la psicología. Tampoco el psicoanálisis y el marxismo, fundamentos de las actitudes revolucionarias occidentales, se escurren de esta operación y su evidencia sencillamente se desmorona con el simple acercamiento a las categorías del pensamiento indígena. La teoría y la praxis freudiana pierden estabilidad frente la percepción de un ego comunitario andino y a una distinta representación temporal. El mismo concepto subversivo se encuentra en otra gran investigación dentro de la cosmovisión y mitología indígena representado por la obra póstuma de César Calvo Edipo entre los Inkas. 

La posición crítica con que Churata observa la modernidad se agudiza particularmente en el momento en que analiza la posición de Marx frente a las masas no industrializadas, observando como estas quedan excluidas del proyecto revolucionario, excepto previa alfabetización y sucesiva proletarización dentro de una lógica completamente occidental. Ese tal procedimiento lógico conduce a la necesaria toma de conciencia de las actitudes neocolonialistas que se esconden en la simple exportación de las certezas occidentales al universo andino, sin un antecedente y profunda adaptación.

No es esta la ocasión para abarcar la complejidad del proyecto de Churata que se caracteriza por el afán de universalizar la categoría indígena y no para llegar a nuestra modernidad, sino a otra posible modernidad.

El propósito de no interpretar al indígena sino de expresarlo (Morote Gamboa, 1989: 65) toma una dimensión totalizadora cuyo alcance es llevado por Churata a una vuelta completa alrededor del ser humano. Leyendo la conferencia de 1965 nos cercioramos de que el autor en los años de la escuela, que fue alumno del gran pedagogo José Antonio Encinas, estaba obsesionado con la idea de escribir una nueva enciclopedia. El adjetivo nueva hace surgir espontáneamente un paralelismo con la misma intención que quizá animó a Felipe Guamán Poma de Ayala en el momento en que tituló su descomunal Carta al rey de España Felipe III, Nueva Corónica, marcando una diferencia con el género occidental de las crónicas, en que se proponía una mera aplicación de los parámetros occidentales, a las realidades del Nuevo Mundo. Obras nuevas, la de Guamán Poma y la de Churata, revolucionarias e incómodas y por lo tanto sufriendo con distintas modalidades, un símil intento de cancelación por parte de la cultura oficial. Nueva enciclopedia, arquitectura megalítica, concepción ambiciosa del pensamiento humano, son expresiones con que Churata se refiere a su proyecto editorial, que además de El Pez de Oro, contempla una vasta producción de obras escritas en forma narrativa, dramática y poética.

Al interior de este proyecto, el autor encara las contradicciones implícitas en el intento de abolir la frontera entre literatura indigenista e indígena, manifestando ampliamente la profundidad de los procesos de adopción cultural y lo difícil de una expresión inteligible, al oponerse a un intelecto acuñado en un molde occidental.


Ricardo Badini

0 comentarios:

Publicar un comentario

Memorias de un avión rojo
 
Design by Free WordPress Themes | Bloggerized by Lasantha - Premium Blogger Themes | Online Project management