El retraso llevado
por la crítica literaria en el acercarse a la obra del escritor puneño Gamaliel
Churata, demuestra la dificultad con que la cultura peruana en primer lugar,
luego los estudios sobre la literatura latinoamericana, se encaran con la
subversiva capacidad demostrada por el acervo indígena, de poner en cuestión lo
que es la modernidad. Churata no es indígena, a pesar de eso la novedad y la
complejidad de su propuesta indigenista no fueron entendidas o mejor sufrieron
un intento de cancelación por parte de la cultura oficial. Lo que habitualmente
se define como oscuridad de su mensaje, indica el reto que la crítica literaria
tarda en asumir, es decir liberarse del etnocentrismo ínsito en la mayoría de
nuestros instrumentos hermenéuticos, o por lo menos reconocer su ineficacia al
acercarse a obras que expresan una lógica distinta de la occidental.
Tal vez nos ayude
en este sentido el pasaje, que paulatinamente se observa en el Perú de las
últimas décadas, del indígena concebido como objeto de estudio, a sujeto
histórico que se hace cargo desde adentro de sus reivindicaciones. El rechazo
de la homologación cultural, el propiciar una educación intercultural en que el
bilingüismo no represente una mera transición al español, la defensa de la
biodiversidad y de la diversidad cultural junto con la necesidad de la
recuperación territorial, tienen que avanzar paralelamente con una
profundización de los estudios culturales, que contribuya a desplazar los
enfoques con que se aborda cierto tipo de producción literaria, alejándolos de
las insidias etnocéntricas.
Aunque las obras
literarias, una vez salidas de la pluma del autor, gozan de una cierta vida
independiente, y cualquier aporte a su interpretación tiene, en cuanto al lugar
de la emisión o la cultura de procedencia del emisor, el mismo nivel de
validez, se observa que el metadiscurso churatiano ha pasado inadvertido por
parte de la crítica literaria.
Se conocen, por el
hecho de estar publicadas, dos conferencias en que Gamaniel Churata habla
directamente de su producción literaria. Una es la que dictó con el título El Pez de Oro, dialéctica del realismo
psíquico. Alfabeto del incognoscible. (Churata, 1971) en el cine Puno de la
misma ciudad, en enero de 1965, recién llegado de su exilio boliviano. La otra
tuvo como auditorio a los estudiantes de la Universidad Nacional
Federico Villareal en 1966 y fue recopilada junto con las conferencias de
Arguedas, Alegría e Izquierdo Ríos, propiciadas por la misma universidad
(Morote Gamboa, 1989).
Entre los inéditos
de Gamaniel Churata se encuentra la continuación de la conferencia de 1965, que
se debe a una solicitud del mismo público puneño, como el autor aclara en las
primeras frases.
Los mecanismos de
adopción del mundo indígena y el proceso de actualización de la cosmovisión
quechua y aymara están trazados en estos textos. El desplazamiento de la
cuestión indígena hacia la esfera lingüística y psicológica se puede observar
ya desde los tiempos de actividad del grupo Orkopata.
En una entrevista
de Churata, publicada en el nº XXV del Boletín Titikaka, con el escritor
orkopata Emilio Armaza, sobre los temas de la revolución artística, social y
del indianismo, destaca la certeza, común al interior del grupo, de que la
vanguardia procede de las culturas originarias americanas y sobretodo la idea
de que los gérmenes de la revolución se encuentran en las regiones del
subconsciente. Un artículo de Luis E. Valcárcel, cuya posición converge sólo
inicialmente con la de Churata, es publicado en el nº XXXII de la misma
revista, por el hecho de reflejar algunos conceptos fundamentales del grupo
Orkopata y de su director. Se trata de las constataciones según las cuales: “No
son indios todos los étnicamente tales; y pueden llamarse con ese nombre muchos
en cuya sangre no se ha mezclado una gota de la que circuló por las venas de
Manko”. Puesto que: “El indianismo ha pasado ya del plano puramente racial,
biológico, para adquirir todo su valor en el mundo psíquico” (Valcárcel, 1929:
4).
Para confirmar
ello, Valcárcel cita los estudios de Yung sobre la civilización
americana, en que se trae como ejemplo una tradición mitológica aborigen
australiana según la cual, no se puede conquistar ningún territorio ajeno pues
en esto viven los espíritus de los antepasados. El historiador andino reafirma
así el concepto de que el país conquistado termina asimilando al conquistador.
Churata, que en la conferencia del 69 sostiene: “Se puede ser indio y tener los
ojos azules”, traslada la misma intuición al campo lingüístico, decidiéndose
por un proceso de hibridación de la lengua literaria, en parte obtenido de la
observación de la realidad lingüística puneña caracterizada por el trilinguismo,
quechua, aymara, español, donde en el uso popular, se pueden encontrar palabras
castellanas con sufijos procedentes de las lenguas originarias. A este proceso
inverso de conquista idiomática corresponde el insinuarse de una lógica
derivada de la cosmovisión indígena que destruye la semiosis concebida según
criterios racionales occidentales.
En la conferencia
de 1965, Churata evidencia su apego a las cuestiones lingüísticas: “Un mundo
que no descubrieron los descubridores. Ya vemos, el idioma es: la fuente de
Juvencio de la verdad cósmica e interior para los hombres; y los hombres no
tienen otro camino de conocerse que la lengua con que conocieron sus ancestros
que permanecen vivos en su corazón” (Churata, 1971: 24). La sensibilidad
típicamente vanguardista hacia el aspecto formal de la literatura se convierte
en un eficaz instrumento de reivindicación cultural, logrando una porosidad del
lenguaje, con respecto a las categorías lógicas andinas, que llega a liberar la
escritura de su marco occidental. La simple mención de la expresión “la letra
con sangre entra” con el recuerdo de aquel acto notarial que se llamó
requerimiento o el episodio de la
Biblia entregada en las manos del Inca Atahualpa, es
suficientemente significativa de las connotaciones que tempranamente asumió la
escritura en el mundo andino.
La expresión
indígena Hallpa Kamaska, que designa
al hombre como tierra animada, es utilizada por Churata (Churata, 1971: 22)
como demostración de que el ser humano comparte los mismos fenómenos de la
madre tierra: la pachamama. A través de este procedimiento, la visión andina
del mundo de los muertos, en que ellos permanecen debajo de la tierra como
semillas propiciando la fertilidad del terreno o la posibilidad de un pachakuti, se convierte en una
potencialidad que acompaña genéticamente a los individuos humanos. Llegamos así
a la parte esencial del símbolo representado por El Pez de Oro que
encierra en sí el concepto del gen incaico, oculto en la sangre de los vivos, y
de alma colectiva indígena. El concepto de psique, demasiado metafísico para
una mentalidad indígena, se desplaza al campo biológico ofreciendo una visión
completamente andina de la intuición jungiana del inconciente colectivo. La
obra de Churata no se dirige estrictamente al individuo absorto en la
soledad de su lectura, sino a la comunidad de oyentes representada por los
genes de los antepasados que alberga en el cuerpo de los individuos mismos y en
la cual reside la posibilidad de un futuro. Es el concepto de necrademia,
varias veces mencionado por Churata, que aproxima la escritura de este tipo de
producción literaria a las expresiones culturales indígenas, imprescindibles de
un contexto colectivo comunitario (Morote Gamboa, 1989: 63-64).
La expresión
quechua ahayu watan, es decir,
el alma amarra, es citada por Churata en la conferencia de 1965. Otra vez la
lengua indígena es el punto de partida por una profundización de la cosmovisión
andina, en que el alma de los muertos se puede insinuar dentro de los vivos y
actuar hacia el bien o hacia el mal, según la manera de vivir del poseído. En
la obra inédita Resurrección de los
muertos, el mismo concepto es el enfoque de una perspectiva con que el
autor revisa y confuta la historia de las religiones, la filosofía antigua y
moderna y descubrimientos del siglo pasado en el campo de la psicología.
Tampoco el psicoanálisis y el marxismo, fundamentos de las actitudes
revolucionarias occidentales, se escurren de esta operación y su evidencia
sencillamente se desmorona con el simple acercamiento a las categorías del
pensamiento indígena. La teoría y la praxis freudiana pierden estabilidad
frente la percepción de un ego comunitario andino y a una distinta
representación temporal. El mismo concepto subversivo se encuentra en otra gran
investigación dentro de la cosmovisión y mitología indígena representado por la
obra póstuma de César Calvo Edipo entre
los Inkas.
La posición crítica
con que Churata observa la modernidad se agudiza particularmente en el momento
en que analiza la posición de Marx frente a las masas no industrializadas,
observando como estas quedan excluidas del proyecto revolucionario, excepto
previa alfabetización y sucesiva proletarización dentro de una lógica
completamente occidental. Ese tal procedimiento lógico conduce a la necesaria
toma de conciencia de las actitudes neocolonialistas que se esconden en la simple
exportación de las certezas occidentales al universo andino, sin un antecedente
y profunda adaptación.
No es esta la
ocasión para abarcar la complejidad del proyecto de Churata que se caracteriza
por el afán de universalizar la categoría indígena y no para llegar a nuestra
modernidad, sino a otra posible modernidad.
El propósito de no
interpretar al indígena sino de expresarlo (Morote Gamboa, 1989: 65) toma una
dimensión totalizadora cuyo alcance es llevado por Churata a una vuelta
completa alrededor del ser humano. Leyendo la conferencia de 1965 nos
cercioramos de que el autor en los años de la escuela, que fue alumno del gran
pedagogo José Antonio Encinas, estaba obsesionado con la idea de escribir una
nueva enciclopedia. El adjetivo nueva hace surgir espontáneamente un
paralelismo con la misma intención que quizá animó a Felipe Guamán Poma de
Ayala en el momento en que tituló su descomunal Carta al rey de España Felipe
III, Nueva Corónica, marcando una
diferencia con el género occidental de las crónicas, en que se proponía una
mera aplicación de los parámetros occidentales, a las realidades del Nuevo
Mundo. Obras nuevas, la de Guamán Poma y la de Churata, revolucionarias e
incómodas y por lo tanto sufriendo con distintas modalidades, un símil intento
de cancelación por parte de la cultura oficial. Nueva enciclopedia,
arquitectura megalítica, concepción ambiciosa del pensamiento humano, son
expresiones con que Churata se refiere a su proyecto editorial, que además de El Pez de Oro, contempla una
vasta producción de obras escritas en forma narrativa, dramática y poética.
Al interior de este
proyecto, el autor encara las contradicciones implícitas en el intento de
abolir la frontera entre literatura indigenista e indígena, manifestando
ampliamente la profundidad de los procesos de adopción cultural y lo difícil de
una expresión inteligible, al
oponerse a un intelecto acuñado en un molde occidental.
Ricardo Badini
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