1.
El lenguaje poético, o los lenguajes artísticos, como formas ritualizadas,
exhiben las constantes contradicciones que el raciocinio esconde y padece dentro
del flujo civil acaparador y homogeneizante. Contradicciones castrantes y envolventes
del espíritu, que el arte naturalmente no deroga del estatus político, y sin
embargo, siembra en el ojo de la tormenta para atizar lo que de albedrío
perdure dentro del individuo.
2.
Para Vallejo, son casos muy excepcionales los del artista revolucionario tanto
en los fueros del arte, como en los de la asamblea política. Ese sería el caso insular
del “artista pleno”. Un bicho raro en
el que su programa político (consiente, liberado y razonado), camina de la mano
con el espíritu de su industria, liberada de “los resortes concientes,
razonados, preconcebidos de la voluntad”. Por esta suerte de alquimia o
dialéctica creatriz, el individuo o “artista
pleno” pretende esclarecer las contradicciones en las que navega a fondo
dentro del rebaño civil. Rebaño en el que su plenitud (en tanto libertad
terminante) se ve amenazada, sino desterrada, del horizonte simbólico.
3.
El vate de Santiago de Chuco se refiere entonces al “pensamiento transformador”. Energía creatriz que opera sobre la
realidad inmediata, castrante y envolvente. Las cosas y hechos de presencia
contigua, atañen tanto a su devenir cotidiano como a su aventura creadora. El
bicho toma sin pasión de los materiales reales, los elementos necesarios para
su distorsión alquímica. Esta voluntad disolvente del individuo pleno, encarna
naturalmente un peligro para la calma reinante del hato civil: “Es Anaxágoras
desterrado, Protágoras perseguido, Sócrates ejecutado, Jesús Crucificado”. “El
intelectual revolucionario, por la naturaleza transformadora de su pensamiento
y por su acción sobre la realidad inmediata, encarna un peligro para todas las
formas de vida que le rozan y que él trata de derogar y de sustituir por otras
nuevas, más justas y perfectas. Se convierte en un peligro para las leyes,
costumbres, y relaciones sociales reinantes”.
4.
Este horizonte utópico del artista pleno confronta el patetismo y las
contradicciones que dinamizan los episodios de la vida en común. Rusia en 1931. Reflexiones al pie del
Kremlin (1931) y Rusia ante el
segundo plan quinquenal (publicado póstumamente en 1965), son dos
crónicas-reportajes que Vallejo articula tras sus múltiples experiencias en la Rusia socialista. Vagabundeo
por los tugurios proletarios, fábricas, comedores, teatrines, asambleas
proselitistas y hasta cónclaves de escritores afectos al régimen. Libros-mundo
en los que despliega sus especulaciones sobre los avatares socialistas, la
experiencia dialéctica del individuo frente al régimen imperante, su tentativa puesta
a prueba para ofertar ese terreno de contradicciones que moviliza
históricamente la asociación civil.
5.
Estética del trabajo y el movimiento.
En Rusia Vallejo asiste a la puesta en escena de El brillo de los rieles de Vladímir Kirshón. Es una obra destinada
a la propaganda del régimen en la que Vallejo observa que la trama “se
desarrolla en torno a la conciencia revolucionaria del obrero bolchevique, a
sus deberes políticos y económicos dentro del Soviet, a sus esfuerzos, dolores,
luchas y satisfacciones clasistas, y a los peligros y enemigos dentro y fuera
del proletariado”. La obra es asquerosamente melodramática. Unos obreros
construyen una locomotora y al fin de la jornada el capataz descubre el
incumplimiento de los saboteadores. Regresa a casa y encuentra la desolación de
su hijo durmiendo en la miseria: “La vigilia dramática del trabajador culmina
en un arranque desesperado. Toma un frasco y va a apurar su contenido”. Este
traspié del individuo masificado, observa Vallejo, devendría irrelevante y
carente de sentido en el orden capitalista, pero de una heroicidad sorprendente
en el cardumen proletario: “Pero el obrero vacila, Lucha todavía. Es la hora
del sudor de sangre y del Aparta de mí este cáliz. Al levantar el frasco, una mano se lo impide
repentinamente. Es la mano del hijo que no dormía. El movimiento de éste es de
un sentido social trascendental”. “El obrero bolchevique, personificación
escénica de los destinos sociales de la Historia , embraza conscientemente todo el peso y
la responsabilidad de la misión dialéctica de su clase”. Estética
del humanismo y del movimiento. El autor de Trilce extrae de esta farsa los valores de la nueva estética
vindicadora del humanismo y el individuo: La
técnica vital, “músculo esforzado, fuerzas elementales, agentes humanos de
la producción económica, haz de corrientes eléctricas, circuitos del verbo
proletario, energía mecánica del taller. Se siente aquí la pulsación de un
nuevo mundo, el proletario, el del trabajo, el de la producción”
6.
Mariátegui había declarado sobre la poética Vallejiana: “Su técnica está en continua elaboración”.
7.
Ante la censura de una función creadora dominada por una “contingencia clasista de la historia”, Vallejo opone su técnica vital arraigada en una
sensibilidad humanista y vindicatoria de la quimera libertad; una energía
creatriz donde “el poema no es, pues, un trance espectacular, provocado a
voluntad y al servicio preconcebido de un credo o propaganda política, sino que
es una función natural y simplemente humana de la sensibilidad”. Paradoja vital en las sociedades
modernas del espectáculo, donde el sujeto renuncia a la misión ontológica del
arte en pro de la agonía individualista como régimen, o espíritu comtemporáneo
del avatar social.
8.
Espíritu de la modernidad que hizo de
la imagen del hombre fin, centro y fundamento de toda energía creadora.
Avasalladora ilusión individualista. Degradación antropocéntrica del espíritu.
Instrumentalización del homo bajo las corrientes oscuras de la Técnica , el Progreso o la Historia. Devenires
puestos bajo sospecha por la naturaleza humanista de algunas artes que
responden a la unidad humana “por debajo de la diversidad histórica o
geográfica del individualismo más recalcitrante”.
9.
Mas no se trataría de un humanismo afirmador de esa sujeción antroprocéntrica,
sino de uno liberador. Integracional de cuanta dramática dispersión de
individuos por la efusión de la Historia.
Una nueva estética de vitalismo en acción para una tentativa
marginal y marginalizante con respecto al aparato simbólico estatal castrante y
totalizador: “Yo es otro”.
10.
Paradójicamente esta enunciación del vitalismo creatriz sólo asume su lugar en
el acuoso horizonte imaginario. Su néctar no es de este mundo y no atañe a los
espejos formativos de la
Realidad ; su revolución se resuelve solamente en el fuero
interno de los sentidos (Borges: “Soñará
que podremos hacer milagros y que no los haremos, porque será más real
imaginarlos”).
11.
La utopía, naturalmente, está siempre destinada al fracaso. Es solamente el
cebo que corrompe el estado de espíritu (u-topos: que no tiene lugar). Este
desliz o exilio del sentido no compete a las marchas civiles ni es
preponderante a la turba social. Las asociaciones políticas, lógicamente,
sobreviven de espaldas a la especulación humanista. Los lenguajes artísticos
gozan también recreándose en esa condición excéntrica y corrosiva con respecto
a la matriz oficial. Ese habitáculo lumpen-marginal con respecto al lenguaje y
el orden juridiccional.
11.
Vallejo también ha sido claro con respecto a la transición bolchevique y la
medida sorprendente de sus quimeras: “Ignoran que mientras el Estado exista, la
libertad será imposible. El estado es, por definición, el instrumento de
dominación social de una clase sobre las demás clases. En tanto la sociedad
esté estructurada en dos o más clases sociales, el Estado y, con él, la
negación de la libertad, serán inevitables. Decir Estado, proletario o
capitalista, es decir dictadura, ausencia de libertad”.
12.
De ahí que persista la idea (más o menos consensuada) de desmesura, excentricidad
o corrosión. Incluso tensión incomunicativa en ciertos registros poéticos. Lenguajes
avasallantes o más bien liberadores del régimen lingüístico que es norma,
institución y regla. Mallarmé: “Hago sintaxis”, Rimbaud: “Explicaba mis
sofismas mágicos con la alucinación de las palabras”, Vallejo “La gramática
como norma colectiva en poesía carece de razón de ser. Sabido es que cuanto más
personal es la sensibilidad del artista, su obra es más universal y colectiva”.
13.
Ahí donde la lengua es jurisdiccional y decisiva, matriz del sentido
homogeneizante, dadora de entidad y reconocimiento para el espectáculo de la
voz y la presencia sometidas a la sombra castrante del La Férula Oficial ,
ahí, digo, el texto poético se desenvuelve como una inestabilidad o textura
indecidible. Una fusión de horizontes entre el querer decir, y el pretender oír
lo que se dice. Una desterritorialización del sentido sólo a cambio de una
promesa extática, un universo simbólico portador de la quimera o la utopía.
14.
Este vitalismo creatriz devendría
voluntad de estilo. El tono en que se expresa el pensamiento transformador que
trasciende lo límite, porque no hay límite ahí donde el estado de espíritu
estalla. Técnica vital del lenguaje poético exacerbando su función ontológica, su
hacer fenomenológico. La poética recupera así cuanto de humanidad haya sido desterrada
en el régimen castrante.
15.
Lengua y Estado: Dos férulas que inmovilizan el desliz del Signo y el del
Sujeto en su ligereza aparente. Fundados los límites y reglados los roles,
Signo y Sujeto reprimen sus fuerzas aún inacabadas e inexploradas ante el
monopolio del Valor, monocorde y homogeneizante. La matriz jurídica de la Lengua y el Estado
legitimadores del acto social corruptivo e inmovilizante, fijan las reglas y
los límites del juego en el que ha de desenvolverse la parodia social. Campo
afectivo y simbólico son restringidos por la Norma y el reglaje del orden omnipresente.
16.
Poesía y vitalismo: Voluntades digresivas, éxodos, desterritorializaciones y
exilios (Vallejo abandonando su Santiago de Chuco para morir transido al pie
del Sena: “El libro –Trilce- ha
nacido en el mayor vacío. Soy responsable de él. Asumo toda la responsabilidad
de su estética… siento gravitar sobre mí, una hasta ahora desconocida obligación
sacratísima, de hombre y de artista: ¡la de ser libre! Si no he de ser hoy
libre, no lo seré jamás. Siento que gana el arco de mi frente su más imperativa
fuerza de heroicidad. Me doy en la forma más libre que puedo y esta es mi mayor
cosecha artística”).
17.
La libertad como una voluntad de estilo, y el estilo como una actitud
heterodoxa, trasgresora que en sus virajes a-gramaticales delira la lengua y
deroga la norma, instituye al sujeto en su excentricidad libertaria con
respecto al imperio dominante. El verbo creador como una deriva o éxtasis
habitable.
18.
Fuera de la institucionalidad lingüística, de la norma, y desde el error, mana
el delirio creador y libertario de la energía vitalista. Técnica Vital. Conciencia desembarazante del lastre social y
reivindicatoria militante de la plenitud individual. Si no, ¿A qué esa repetición incesante y
programática del verso vallejista a través de los años y el imaginario, esa
invocación de su conciencia vigilante como garantía perpetua de los valores
libertarios, tan escasos como inaprensibles? ¿A qué este beber, silencioso y
retirado, en la paradoja máxima de su creatriz críptica, este saciarse de su
ofensiva delirante tras la persecución vertiginosa de una voz que ya no es
nuestra? ¿Realidad diferencial? ¿Muerte quimérica del estar aparencial?
¿Trilce?
19.
En las últimas anotaciones del vate se lee: “Una visita al cementerio el
domingo 7 de Noviembre 1937, con Georgette. Conversación empieza con el egoísmo
de G. –dialéctica del egoísmo, altruismo-. Pasamos a la dialéctica en general.
Aludo a Trilce y su eje dialéctico de orden matemático -1-2-0- “Escalas”: o
instrumento y conocimiento: el rigor dialéctico del mundo objetivo y subjetivo.
Su grandeza y su miseria o impotencia… Llegamos al cementerio recitando mi
verso: Ser poeta hasta el punto de dejar
de serlo”.
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